viernes, 9 de mayo de 2008

La memoria de los gatos (Sigue acá)

No dejé que siguiera hablando. Colgué y desenchufé el aparato. Al rato llegó Agustín, traía un gatito que había encontrado en la calle. Era muy chico, ni siquiera maullaba y no dejaba de temblar. A lo mejor por eso le costaba mantenerse parado. Agustín lo envolvió con una toalla, se lo colocó en el regazo y le dio de tomar leche con una cucharita. Pero ni aun así se le iba el miedo.
-¿Los animales tienen memoria parecida a la humana?
-No sé. Mañana le preguntamos al veterinario.
-El jilguero de mi tía quedó traumado después del incendio.
-¿Qué incendio?
-Se prendió fuego el lavarropas. Mi tía guardaba las jaulas en el lavadero y, aunque las sacaron a tiempo, el jilguero quedó con el pico abierto durante diez días. No te rías, no es gracioso.
-¿Cómo era que se quedó el pájaro?
-Así.
-Vení, payasa. ¿Qué es lo que te preocupa?
-Capaz que este gato sufrió mucho y no va a reponerse de eso. En el fondo, siempre será malo.
-En ese caso, lo mandamos a terapia y listo.
-Qué tarado. Te lo digo en serio. Hay cosas que te marcan.
-Y bueno, qué vamos a hacer. Será un gato amargado, pero no vamos a dejar de quererlo por eso.
-¿No?
-Cualquiera se encariña con un idiota feliz. Nosotros, no. Y estamos muy orgullosos de ser los dueños del gato más resentido de todo Congreso.
Nuestro departamento era antiguo; los cuartos grandes, con techos altos, le daban un aspecto de casa. Eso fue lo que nos gustó cuando lo vimos, aunque la señora de la inmobiliaria insistía en la pinotea y las molduras. Una casa es más que un proyecto, es algo consistente. La noche del gato estábamos los dos abrazados en uno de los sillones del living; mirábamos al animal, que dormía sin dejar de temblar. A pesar de que era una piltrafa, así arropado se confundía con un bebé. Parecíamos una familia. Sin dramatismos ni euforia. Era algo lindo. Agustín también se quedó callado; con dos dedos de una mano rascaba la cabeza del gato y con la otra, me acariciaba el hombro. Por eso no quise contarle lo de mi ex marido. El no hubiera podido entender algo así.
-¿Y si lo llamamos Funes?
-No seas complicada. Es un gato, no una escuela. Pensemos algo simple.
-Es por Funes, el memorioso. Para que se acuerde siempre de lo bueno y de lo malo.
-¿No es más fácil decirle Negrito?
-Dale, no seas malo. Mirá: parece que está ronroneando.

4 comentarios:

ann dijo...

Los gatos son muy memoriosos, de hecho.Me encanta que este se llamara Funes.Que pasó con Funes? que pasó con Agustin? que pasó? con el jilguero boquiabierto? y con el insistidor?

Siesta escandalosa dijo...

Más abajo te lo cuento, Ann

Siesta escandalosa dijo...

Jilguero boquiabierto: Un buen día cerró el pico y siguió su vida como si tal cosa. Volvió a cantyar y todo.

Lyon dijo...

En este momento de mi vida, estoy como el jilguero, pero ahora que leo que volvió a cantar recupero las esperanzas. Me encantó esto, uno más y termino.