viernes, 28 de marzo de 2008

La bóveda

Está a nombre de los Montiel. Supongo que serían amigos de la mamá de mi papá, que era de Entre Ríos. Ella no quería que la llamáramos abuela, así que para nosotros Laura Alcira siempre fue Lala: una mujer tan linda como complicada. No sé mucho más de ella. Es que por el lado paterno, la historia viene medio deshilachada (hay familias que tapan con silencio sus turbulencias, y parece que en el otro hemisferio de la nuestra habían revoloteado un par de mariposas).
Cerquita de Lala está el abuelo paterno; él se murió antes de que yo naciera, pero no sé si me hubiera caído muy simpático. En las fotos no se lo ve muy abuelito. Aunque capaz que es ese gen G. que nos hace parecer medio desaprensivos y resulta que no, que al contrario. Mi hermana zafó de eso: ella es pura expresividad. Cuando yo era chica –y mofletona- me parecía mucho a las fotos del abuelo. Ahora sólo me quedan los labios cortos y un gusto mayúsculo por lo escrito. Mi abuelo era tan amigo de Natalio Botana, que tenían una biblioteca en común. Dicen que era una de las mejores de Buenos Aires y debe ser cierto, porque los dos libros que nos quedaron tienen una encuadernación lindísima, con las letras de los títulos y autores grabados en oro. El que sabe mucho del abuelo es mi primo el Monseñor. Yo soy muy burra con la historia argentina. El año pasado, Monseñor G. me mandó mails contándome del abuelo y ahí me quedó claro que era un tipo grosso, admirable. Y me dio cariño.
La abuelita, la mamá de mamá, también fue a parar a la bóveda. Esto no les cayó muy bien a los G., pero como son muy educados nunca intentaron desalojarla. Una vez nos mandaron la cuenta adeudada en el cementerio. Nos afligimos, nos negamos a pagarla y listo. La primera vez que fui a la bóveda fue para visitar a la abuelita, porque yo siempre la extrañé. El lugar me pareció una iglesia chiquita, con tanto candelabro y mantel de hilo con puntillas. No me acuerdo de la ubicación de papá y de la abuelita, pero ojalá estén cerca porque se llevaban muy bien.
La segunda y última vez que entré a la bóveda fue para llevar a mamá. Pusimos su urnita arriba del cajón de Lala. Con mi hermana dijimos: “A ver si por fin se hacen amigas”.
Creo que en el 2010 vence la titularidad de la bóveda. No sé qué vamos a hacer con tanto difunto.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan tus historias.

ann dijo...

renueven el alquiler o no se que de la bóveda.Parece irreal pero cuesta mucho deshacernos de nuestros muertos.

Siesta escandalosa dijo...

Qué bueno, anónimo.

Cuesta. Y en todo sentido, Ann.

Paula Cautiva dijo...

Yo estoy viendo qué hago con mis abuelos... Hace dos meses que quiero renovar el nicho y no puedo... Los restos de nuestros muertos me ponen sumamente incómoda.

Siesta escandalosa dijo...

Y qué onda tus abuelos, paula cautiva? Si vos creés que pueden llevarse bien con los G, los mandamos a la bóveda hasta que les consigas algo mejor. En serio te lo digo. Si yo estuviera muerta me encantaría que lleguen visitas. O hacerlas. Pensalo y me decís.

ann dijo...

pero mira que buena idea!!!!
mi flia tmb tiene una en el cementerio britanico!!!
la ofrezco pa sus deudos..no se si hay tanto espacio...pero algo es algo

Unknown dijo...

Gracias Siesta! Pero mis abuelos a donde vayan harán desastres. Ya con tiempo y ganas saldrá post de los abuelos... En fin, por ahora en su nicho, que se peleen entre ellos solitos.

EmmaPeel dijo...

Fogata y buen asado, solo eso

salutti siesta, linda su guarida

Siesta escandalosa dijo...

No sé por qué, pero tus abuelos me caen de lo más simpáticos, paula (te descautivaste?).

Hola, emmapeel: otra intución de simpatía