martes, 1 de julio de 2008

Cristina

Había que hacer méritos para destacarse en una familia como la nuestra. Mi prima Cristina lo logró. No fue sólo por lo físico: su obesidad era un detalle menor. Cada vez que hablaban de ella, la charla concluía con un: “Siempre fue brava”.
Era la hija mayor de mi tía María Angélica, una de las hermanas de mi mamá que estaba casada con un militar y vivía en Mendoza.
Antes de cumplir los 18, Cristina fue mamá. Soltera. Cuando se enteraron del embarazo la echaron de la casa, pero al tiempo de nacer Anita volvieron a vivir todos juntos. El papá de Anita era un señor casado que la reconoció muchos años después. Todo esto me lo contó Cristina, una de las veces que vino a Buenos Aires. Yo creía que era viuda, como me había explicado mi mamá. Cuando le pregunté si extrañaba al marido, me enteré de la verdad. Cristina nunca mentía. Pero no era sólo por esto que yo la adoraba, sino porque ella me quería mucho. Cuando venía a visitarnos dormíamos juntas; ella me abrazaba y me pasaba la mano por el pelo, como hacen las nenas con las muñecas.
Y sí: era brava. En la esquina de mi casa de México vivían gitanos. Cada vez que yo daba vuelta a la manzana en bici, me demoraba espiándolos. Una de esas tardes, salió la abuela gitana, que fumaba en pipa, y me gritó. Cristina, que estaba en la puerta de casa, vio todo. Entonces, fue hasta lo de los gitanos, entró sin pedir permiso, agarró un triciclo que estaba en el patio, salió con él en los brazos y lo revoleó al medio de la calle. Después de eso terminé haciéndome amiga de los gitanos más chicos. Les dije que Cristina era una de mis mamás.
En otro viaje tuvo un romance con nuestro primo Robertito. Los pescaron y terminaron escapándose a Mendoza, donde vivieron juntos durante un tiempo. Yo le escribía muchas cartas y las contestaciones de ella llegaban en el fondo de las encomiendas con dulces caseros que casi todos los meses nos mandaba tía Angélica. El de tomate nunca me gustó.
Un día, mi prima vino a vivir a Buenos Aires. Antes de eso, en una pelea, Anita le había dicho que prefería vivir con un papá que no la quería antes que con una loca. Cristina armó dos bolsos: uno fue a parar con Anita a la casa del señor casado y ella tomó un micro con el otro. Volvimos a compartir el cuarto. Acá, empezó a trabajar en la fábrica de corpiños Peter Pan, con los jirones de tela elastizada que traía, me enseñó a hacer polleritas hawaianas para las muñecas. Le mandamos una a Anita.
No pasó mucho tiempo hasta que nos presentó a Carlos, su novio. Parecían muy enamorados; además, él me quería tanto como ella, hacía muchos chistes y me llamaba Ferni. Era morocho, medio pelado, con bigotes y suboficial. Parece que después lo ascendieron y pudo mudarse con Cristina a un departamento en la calle Sarandí. Fueron los primeros de la familia en tener televisor color. No uno, sino dos. La casa de ellos empezó a llenarse de electrodomésticos y muebles, casi todos usados. Aunque ahora tenía dos hijos y bastante plata, Carlos ya no era un hombre alegre. Hablaba de cosas violentas y más de una vez mi prima terminó llorando en la cocina, abrazándome y pidiéndome que no creyera nada. Dejamos de verlos durante un tiempo.
Carlos se murió. Dijeron que lo había matado la guerrilla, en una emboscada. La historia es un poco confusa. Cristina pasó la noche en una comisaría militar porque todas las balas eran del arma de Carlos. Iban en el auto con sus dos hijos y después de algunos meses, la mayor, que tendría tres años, todavía se golpeaba la cabeza con el dedo índice y decía: “Mi papá, pum pum”. Igual, a él lo sepultaron con honores y mi prima estuvo todo el tiempo al lado del cajón. Mi mamá no quiso que vayamos al entierro.
Volví a ver a Cristina hace dos años, cuando un tío cumplió los 90. Nos abrazamos fuerte. Se notaba que había ido a la peluquería, pero igual estaba llena de canas. Parecía una viejita. Me miró raro mientras yo le hablaba de los gitanos y las polleras hawaianas. Dijo que ya se había olvidado de muchas cosas.

19 comentarios:

Paula Cautiva dijo...

Qué triste...

fed dijo...

Así que brava Cristina, hasta se metió con los gitanos, que no es poco.

Muy linda la historia ferni, mi vecinito es ferni también, jijiji, me dio nostalgia...

Besotes,

ficoy.

Mari Pops dijo...

que bien relata!!!!!!!
felicitaciones. No pude parar de leer y me gusto como hay que pelar esta cebolla, hay varias cosas escondidas en el relato muy bien maquilladas a mi entender.
de nuevo sombrero para Usted, siesta

Anónimo dijo...

lo mato??????? para mi que es la hermana de tony soprano. jjjuuuuuaaaaaa que les daban de comer en tu familia rana? porque en la mia menos onda que un renglon como decis vos. escribis lindo rana porque son como muchas historias en una sola. como esas pelis. te reveo como gitanita. conta de eso!!!! viste que esta vez no te dije nada de que estabas vaga?

Anónimo dijo...

la de arriba soy yo, lady.

Anónimo dijo...

escribi mas rana vaga!!!!!!! jjjjuuuuuaaaaaaa
beso, lady

EmmaPeel dijo...

Otra víctima de la maldición gitana

EmmaPeel dijo...

No nos dimos cuenta lady =P

¡Jotapé! dijo...

Muy bueno.

Ando por primera vez por estos pagos, me gustó.

Saludo.

Anónimo dijo...

Como sucede con tanto Marcelo, Cristina es nombre de chica que gusta de montar a pelo.

Au drey dijo...

Será que los nombres condicionan, como dicen. Todas las Cristinas que conozco son bravas.
Gran, gran historia.
Y a mí tampoco me gusta el de tomate.

Jirafas dijo...

güenisimo el relato.
"mi papa, pum pum". genial.
siga, siesta, haciendonos mas apacible la falta de ella en las oficinas.
besos

ann dijo...

esta es la famosa prima que se escapó con Robertito????
brava pero decidida.Hacerle frente a los gitanos siempre fue impensable para mí.Como está Anita???
La chiquita que dice papá pum, pum es aterrador.

Siesta escandalosa dijo...

Sí. Muy, Pau.

Nostalgia de qué, Ficocuá?

Podrá ser uno de deshollinadora, Mary Poppins?

Te juro que no sé más que lo que cuento, Ladyta. Ahora que lo decís, un poquito se parecía a Janice. Estás de lo más aguda.

Pero la maldición india es peor, Emma. Y ninguna lady: es ladyta o Ladyta.

De Uruguay y con foto de P.Tinto: holazas, ¡jotapé!

Los Marcelo toman mucho el pelo, Fulvio. Hablo con conocimiento de desencanto.

¿Viste, Meki? tremendas las Cristinas.

Hoy también remoloneé con sus soldados del azar, Jirafas.

Siesta escandalosa dijo...

Sí, es la misma Cristina, Ann.
Anita vive en Canadá. Tiene mi edad.
La que quedó impactada por lo del papá, en Mar del Plata. La vi en el cumple de mi tío y parecía muy contenta. También la quiero mucho.

fed dijo...

nostalgia por ferni...

por lo que éramos,

pero pasajera.

Besos siest,

fico.

Anónimo dijo...

Qué de historias, mujer!!!
Buenísimo.
Además, como ya te he dicho otras veces, tus cierres son excelentes!
Beso,
Celi.

Bombón Asesino dijo...

Cuando era chica también me atrapaban los gitanos. Me encantaba mirar sus casas con carpa en el fondo, cortinados de flores y tanto almohadon en el piso. Mis tías siempre me decían lo malas que eran las gitanas y será por eso que yo más y más las quería conocer de cerca. Que corajuda tu prima irse a pelear con los gitanos!

Siesta escandalosa dijo...

Detesto los cierres y/o finales, Jirafita. Si fuera por mí, dejaría todo entre abierto.

Los gitanos son de lo más atractivos, Bombón. Creo que entienden el sentido de la música, los colores y los ritos como pocos.