lunes, 4 de mayo de 2009

Lo que sea

Primera versión:

 Un domingo al mediodía, mi papá llegó a casa y le avisó a la chica que nos cuidaba que iba a llevarme a lo de unos amigos. Ella preparó un bolso con pañales y mamaderas. A lo mejor, mi hermana también vino. No lo sé. Yo ni siquiera tenía un año y todo esto me lo contó una tía. Ella nunca mencionó a mi hermana y tampoco a mi mamá. Algo de esto es más o menos entendible: mi mamá y mi papá no vivían juntos y entonces resultaba fácil cualquier omisión de alguno de los dos en los relatos familiares. Lo de mi hermana, no sé. A veces papá salía con una y dejaba a la otra en casa, como pasó aquella vez que fue con mi hermana al Botánico. Ella tenía tres años y yo, uno y medio o dos. Durante mucho tiempo, muchísimo, los imaginé paseando en aquel parque, charlando y riendo, mientras yo lloraba en casa. Hoy pienso que a lo mejor las cosas no fueron tan así. Por ahí llevó sólo a una porque era bastante complicado maniobrar dos cochecitos de bebé. Sobre todo, con resaca. La vez que me llevó a lo de los amigos se olvidó el cambiador en el taxi. Cuando me trajo de vuelta a casa le contó a mi tía que, como yo sonreía cada vez que alguien me alzaba, me pasé toda la tarde en brazos. Y que nadie hubiera podido imaginar que estaba así de escaldada. Mi tía dijo que mi papá parecía admirado o algo así. Parece que el disimulo es un don familiar. 

 

Después quedó esto:

 Un domingo al mediodía, el padre fue hasta la casa donde vivían sus hijas. Le dijo a su ex mujer que iba a llevar a la más chica a casa de unos amigos. Trató de no gesticular mientras hablaba, para que no se le notara el temblor. Ella dijo que ya estaba harta y fue al cuarto a preparar el bolso con los pañales y las mamaderas. Mientras esperaba, él sentó a la mayor, que tenía dos años, sobre una de sus rodillas y le hizo practicar el silbido. Ella inflaba los cachetes pero no llegaba a fruncir bien los labios al soplar. Se reía mientras lo intentaba. Cuando vio a la madre acercarse con su hermanita en brazos, la hija mayor se abrazó fuerte al cuello del padre. Se quedó llorando mientras él se iba con la beba. El pensó que tenía mucha razón en angustiarse, no era algo bueno lo que estaba haciendo. Una vez había intentado salir con las dos, tuvo que volver al rato porque le fue imposible hacerse cargo de los cochecitos en los que iban ellas.

Ese domingo iba a almorzar a la casa de un matrimonio amigo, que le había pedido conocer a la más chiquita. En la avenida paró un taxi. Le costó bastante plegar el cochecito y, cuando por fin logró subir, le pareció que el conductor lo miraba con una expresión burlona. En ese momento, por quinta vez en el día, tuvo necesidad de un trago. Ya le habían dicho que los primeros tiempos eran los peores. Dormida, la beba le manchó la manga de la camisa con una mezcla de saliva y leche. El trató de limpiarse con una toallita que encontró en el bolso. La aureola que le quedó lo hizo sentir sucio. Apenas llegó a casa de sus amigos, pidió pasar al baño. Se sacó la camisa y refregó la manga con cierto asco. Nunca había logrado acostumbrarse al olor que deja un bebé. Su ex mujer decía que eso era porque él no estaba bien. Todo un síntoma, decía. 

Decidió darle una mamadera a su hija antes de sentarse a almorzar. Fue hasta el escritorio, donde estaba el cochecito, pero no encontró el bolso. Lo había olvidado en el taxi. Decidió no decir nada a sus amigos. Los buenos padres no pierden la comida y los pañales, pensó. Cuando volvió al living, vio a su hija en brazos de su amiga. Sonreía y con una de las manos parecía agarrar el aire. Siempre se mostraba feliz con los extraños. Mejor, se dijo. Más que nunca, esa tarde tendría que ser así. Y aceptó un vaso de whisky. Bourbon. Sin hielo.

 

Ahora pienso: No hay caso, tengo que volver a la primera persona. Capaz que el domingo intento again. Porque algo hay que hacer con esto de los recuerdos. Agarrarlos del cuello, repetirles qué bonitos son, buclearles los lacios, someterlos, inventarles panderetas, confundirles las emes con las eñes. Algo que no sea un ufido. Y que no me haga ser tan buena jugando al solitario. 

12 comentarios:

EmmaPeel dijo...

En primera o en tercera, me gustan estas historias (me remiten cierto aire de familia, queselevacé)

besos

Miguel Ángel Maya dijo...

...Es una reflexión muy bonita la que planteas: no es sólo la historia la que importa. Para mí es crucial jugar con los puntos de vista. Esos puntos de vista constituyen la historia. No sé porqué, pero me está bastante antipática esa tercera persona voyeur y sabelotodo, que desgrana pensamientos, sentimientos y acciones de los personajes...
...Cuando era pequeño, y pasaba algo en la calle, pasados unos días, le pedía a mi abuela que me lo contara. Aunque yo lo había vivido quería oírlo con sus palabras, para ver si me había perdido algo...
...Besos, abrazos y carantoñas...

fulvio jácher dijo...

Lo que antes era una hormigueante curiosidad muy lejos de llegar a ser talento, se ha transformado en una sucesión de placeres tan baratos y eficientes como rascarse los huevos.
Borro con el puño lo que escribo con el codo y, oh! desaparecidas musas, déjome crecer las uñas de espaldas al charango.

Au drey dijo...

Cada una tiene su encanto y funciona a su manera, el tema es decidir qué es lo que querés contar, y ahí entra la elección de la persona. Un blend andaría muy bien, si querés te presto mi buclera.
Mil besos!

¡Jotapé! dijo...

Maquillalos, maquilalos que bancan.

En la segunda no se supo nada de la cola paspada. Son diferencias que hacen a la cosa. No es fácil.

Siempre se puede hacer la rotatoria, también. Una carrera de postas.

Nadie dijo que era fácil.

Anónimo dijo...

Uf. Dicen que hay una droga en estadio experimental que permitirá borrar selectivamente los malos recuerdos.
Sería todo un alivio.
Que fuerte escribís cuando escribís fuerte, eh?

Te abrazo.

Mari Pops dijo...

impecable
beso

Jirafas dijo...

siesta, primera o tercera, lo importante es que está escribiendo (y muy bien). yo, en cambio, ya ni recuerdo qué era eso de la escritura.
en fin, momentos...
besos

Abrujandra dijo...

Catarsis y placer ¿cómo sería haber crecido en el seno de una familia bien constituída? católica e impecable. Nuestra franja generacional es sobreviviente y llenos de charlas con terapeutas...todo muy florido.
Estoy batiendo récords con el tetris.

Siesta escandalosa dijo...

Iep, Emmis: lo familiar a veces es un ventarrón.

También soy muy de la subjetividad, Miguel Ángel. Lo que pasa generalmente se resume en una o dos líneas. Lo que TE pasa... ahí hay algo para escuchar. Copado el nene que eras. Espero que las carantoñas sean algo cariñoso.

Barato y eficiente puede ser una buena definición del amor, Fulvio. O algo así.

Como siempre, de lo más sabia, Meki. La bucleadora esa tiene efectos muy power.

Debería, Jotapé. Pero hay veces en que me dejo ganar por lo fácil. Y desisto. Pero capaz que en otro momento los agarro del cogote. Seguro que hoy no.

En serio, Emeygriega? Igual, me daría un poco de cosita tomarla. Me parece que en algún momento los malos recuerdos pasan a ser recuerdos nomás. Más bien olvidos, en mi caso.

Hola, Marypops! Besos muchos.

Se lo extraña, Jirafas. Los miércoles sin los soldados del azar son como martes.

Seríamos tan otros, Abrujandra, que da miedito. Tetris en el Facebook?

Abrujandra dijo...

Sí, miedito, pero qué geniales somos los súper-vivientes ¿no? y sobretodo, modestos jejeje.
No, no tengo Facebook, bah tenía, pero lo dí de baja, demasiado acoso sexual jajaja.
Nou, tetris común y corriente. Perdón por comentar fuera de siesta.
Besos.

Protervo dijo...

me encantó el primer párrafo.(y el resto me dio angustia)