En la calle México, las siestas de los sábados eran muy alborotadas. Después del almuerzo, la primera que arrancaba era Mónica, la mayor de las hermanas Mamone, que vivían en el piso de arriba de casa. Ponía a los Beatles a todo lo que daba y se encerraba en el baño, de donde no salía por el resto de la tarde. Ahí se depilaba, se hacía la toca vuelta y vuelta, y charlaba a los gritos con su mamá o con su hermana. Todo con la puerta cerrada. De vez en cuando, al escuchar algún tema en particular, gritaba como si Lennon hubiera aterrizado en su patio.
Como en las llamadas de tambores, al rato se sumaba la música de los Caputo, que vivían en diagonal a nuestro edificio. Eran tres hermanos, que en aquella época tendrían entre 17 y 21 años. Casi siempre arrancaban con los Stones y después seguían con Hendrix y Led Zeppelin. Mónica Mamone subía el volumen de su combinado, pero el de ellos siempre se imponía. A mí me encantaba la música de los Caputo y me hubiera gustado tenerlos de hermanos mayores. Cuando nos cruzábamos en la calle, me saludaban o me guiñaban el ojo y esto ponía muy nerviosa a mi mamá. Es que, además de lo de la música y las drogas, se vestían muy raro: usaban chupines y hasta capas. Estas eran cosas que en Almagro inquietaban mucho.
Un mediodía, cuando volví del colegio, todas las vecinas estaban en las puertas de las casas. Lidya, la madre de las Mamone, hablaba con Palmira, la juguetera de enfrente de casa. Esto me llamó la atención porque estaban peleadas, desde que Lidya la había tratado de carera. Las dos tenían los ojos enrojecidos. Después me contaron que los padres de los Caputo habían sido arrollados por un tren. Iban en el auto con Rodolfo, el dueño de la fiambrería de Quintino Bocayuva, quien también había muerto. En el diario de la tarde salió la foto de un bollito a un costado de las vías: era el Citroën. Ese sábado, Mónica puso la música bajita.
Los Caputo vivían en una casa de dos plantas con muchas ventanas y, durante un par de semanas, todas estuvieron cerradas. Salían muy poco de la casa. Alguien contó que se había encontrado en Boedo con el mayor y que, como respuesta al pésame, recibió una carcajada. Yo me crucé una tarde con el del medio, que iba todo vestido de negro, y le sonreí. El se acercó y me abrazó. Nunca se lo dije a nadie.
Un sábado, la música volvió a sonar fuerte en lo de los Caputo. Abrieron todas las ventanas y dos de ellos se sentaron a comer pizza y a fumar en la baranda de un balcón. Por la noche, se veían las lamparitas de colores que habían instalado en todos los cuartos: algunos se veían completamente rojos. La casa se llenó de amigos y hubo fiesta hasta la mañana. Y fue así por mucho tiempo, incluso durante los días de semana. A veces se los veía a ellos tres solos, bailando entre tanto color. Nunca más cerraron las ventanas.
Nosotras nos mudamos a la pensión y, de ahí, a una casa en la calle Castro Barros. Una noche de verano me encontré en el quiosco con uno de los Caputo. Habían pasado seis años desde la última vez que nos habíamos visto pero igual nos reconocimos, aunque no supe cuál de los tres era. Estaba muy flaquito. Me contó del hermano muerto de sobredosis en España, de unos cuadros y de su enfermedad. También, que siempre había estado un poco enamorado de mi mamá. Nos reímos mucho cuando nos acordamos de los sábados. Le dije que casi siempre pensaba en ellos cuando escuchaba a Hendrix. Antes de irse, me pidió un beso. Dijo que era el de despedida. Y fue así.
domingo, 4 de enero de 2009
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18 comentarios:
Me gustan las historias de Almagro, Siest
La casa de los Caputo me hizo acordar a una casa de hace mucho en Loyola y Lavalleja
Nostalgiosa anécdota siest,
besote!
fed.
Lindo clima enrarecido el de este relato, así me gustan.
Besos, Siesta.
impecable, siesta.
keep going con sus recuerdos que, de a poco, se va armando à la rechere de la sieste perdu
besos y feliz año nuevo
Soy toda vista, Emma: qué pasaba en la casa de Loyola y Lavalleja?
Le tengo cariño a cierto pasado, federicuá.
100% Almagro, Meki.
Adoré su francés, Jirafas alto estilo.
en tal guerra musical no hay duda que los ganadores eran los Caputo
Quintino Bocayuva, ese nombre es genial!
Nunca pasó nada entre la Mamone y los chicos Caputo? O los afeites de ella no alcanzaban para seducir a un amante de Zepp? Seguro que no.
Hola, Marypops! Sí, los Caputo a full.
Sí, obvio que pasó. En Almagro no nos salteamos la vida. Entre noviete y noviete, tuvo historieta con el mayor de los Caputo.
Por escribir rápido, me olvidé de saludarte, nena: hola, Emeygriega!
Parque Patricios y Boedo, barrios que troté con pantalones Adidas rojos y vincha de toalla, también me convidaron con algunas delicias. Recuerdo con carino a Jorge Garro, técnico electricista que tenía un taller lleno de gatos y tuercas en la calle Sánchez de Loria y, amante inagotable, su esposa número cinco le convidaba mates entre charlas y viejos transistores.
Yo me encerraría en el baño con Mónica, pero gustos son gustos.
Impecable relatín se mandó, saludos.
Resistencia en Red
Libertad al pueblo PAlestino
capas?
cómo que usaban capas??
guau, que épocas...
Buen instinto, amigo de Pau.
Btw: tu historia tiene ribetes adictivos.
Repito, Guillermina: Bien por la campaña!
Capas nomás, Gretel. Supongo que sería una resonancia de los '60.
Sólo un beso, aunque es cierto, un beso puede llegar a ser más íntimo que un polvo por ejemplo.
Creo que Hendrix siempre se impondrá a los Beatles.
Creo que entiende mucho, Insomnio.
Lennon aterrizó en mi patio más de una vez.
Gran hitoria.
Saludos, te sigo.-
Nos seguimos, NNN.
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